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Crítica: Chicano Frankenstein de Daniel A. Olivas
Pocas historias han resultado tan influyentes en la cultura occidental como el relato que una joven esbozó por primera vez durante una noche de 1816 en Villa Diodati, a orillas del lago de Ginebra, en Suiza, y como parte de un desafío de sus amigos y pareja por ver quién escribía la mejor historia de fantasmas.
Frankenstein o el moderno Prometeo resultó ser una historia tan bien pensada y desarrollada acerca de los horrores de devolverle la vida a los muertos que ha tenido desde entonces incontables adaptaciones al cine, teatro, radio y todo tipo posible de narrativa.
En esa serie de reescrituras encontramos a la reciente novela de Daniel A. Olivas, Chicano Frankenstein. En esta nueva iteración del horror del hombre jugando a ser Dios, encontramos un futuro cercano donde la ciencia médica, y en especial las corporaciones farmacéuticas, han encontrado el modo de revivir a los muertos. En muchos casos, estos además requieren, al igual que en la novela original de Shelley, la recomposición de los cuerpos antes de ser revividos, por lo que reciben el apelativo despectivo de stitchers (los “cosidos” podríamos traducir). Los revividos vuelven al mundo con la memoria borrada y la novela plantea que estos han proliferado dado que el mundo tal y como está, requiere de mano de obra que los muertos vivos pueden proveer.
En paralelo, la novela le muestra al lector a partir de transcripciones de conversaciones de la presidente de los Estados Unidos con su cabinete y otros personajes, así como otras transcripciones de documentos como programas de noticias y declaraciones de funcionarios, un trasfondo político por el cuál como modo de mantener el poder el partido gobernante propone prohibir el procedimiento de revivir a los muertos por pura demagogia fascistoide.
Sumados entonces estos dos aspectos, la novela agrega finalmente el protagonismo de uno de los revividos que en su vida anterior fue un chicano y a su reciente relación sentimental, otra chicana. No hace falta un esfuerzo muy grande para llegar a la conclusión hacia la cuál la narrativa intenta llevarnos: los paralelismos entre la agenda racista, anti-inmigración de buena parte del espectro político estadounidense actual se ve oblicuamente reflejada en la agenda anti-stitcher del partido ficcional que se embandera bajo el lema Make America Safe Again.
En esa construcción, la novela es eficiente y cumple lo que se propone, aunque peque a veces de poca sofisticación en pos de hacer demasiado visible para el lector el camino que lleva a la profundización de ese fascismo hasta la inevitable “solución final”, el exterminio total de los stitchers. Y decimos que este pasaje demuestra poca sofisticación porque innecesariamente se asocia a partir de un detalle un poco forzado, la conversación acerca de ese futuro genocida con Alemania, como sabemos, cuna del nazismo. Es un detalle menor e innecesario y francamente también, ofensivo para la Alemania de nuestros días, pero no vamos a ahondar en eso.
La novela entonces intenta construir su tensión en los horrores crecientes que las
comunidades latinas en Estados Unidos sufren a diario: pequeñas discriminaciones, retóricas de odio y legislación hostil. Pero en vez de profundizar en este aspecto, intenta también trabajar el horror de volver a la vida y no saber nada del pasado propio y el de construir una nueva vida después de la vida. Son estos momentos donde el tono narrativo se desinfla, dando lugar a escenas repetitivas y poco interesantes de la cotidianeidad del stitcher. Eso cuando no hacen directamente imposible sostener la suspensión de la incredulidad como cuando este se reencuentra con su hermana de su vida previa y ella no lo reconoce. Si bien el stitcher ha sido rearmado en base a otros cuerpos, lo único que queda claro es que tiene el brazo de otro cuerpo, pero su rostro, sus rasgos esenciales por los cuáles debería ser reconocido inmediatamente por un familiar no parecen haber sido alterados.
La premisa de la novela es sumamente interesante, y el paralelo que traza entre inmigrantes/comunidades latinas con monstruos es un tema que viene siendo tratado y desarrollado en muchísimas formas narrativas chicanas y latinas (vease el excelente falso documental Savageland o la muy buena novela de V. Castro Queen of the Cicadas); además, como decíamos al comienzo, Frankenstein es una caja de herramientas infinita para construir relatos que prácticamente nunca fallan. Es precisamente por estos motivos que Chicano Frankenstein se sostiene y se deja leer, pero no podemos dejar de sentir que en cambio son más las oportunidades de crear un relato realmente poderoso y lleno de horror que deja pasar y desperdicia para terminar ofreciendo una narrativa más bien suave y de apuesta conservadora.